Este tipo de afección no suele darse con frecuencia. De hecho las personas que la sufren son aquellas que tienen algún tipo de malformación en el pie o aquellos traumatismos como los esguinces pueden favorecer también la proliferación de esta artrosis.
Los deportistas son otro perfil susceptible de sufrir este tipo de enfermedad por el trabajo excesivo al que están sometidos en la mayor parte del tiempo.
La artrosis en el pie se sucede de la misma manera que el resto de artrosis, como un deterioro progresivo del cartílago. A menudo suele afectar al primer dedo del pie y perturbará un funcionamiento normal del mismo. A pesar de empezar por los dedos, puede afectar esta artrosis a cualquiera de las articulaciones del pie llegando incluso hasta el tobillo.
Cuando se trata de una artrosis que afecta al tobillo, no suele manifestarse de ninguna manera en particular. En el caso de artrosis en los dedos, se suele vislumbrar en el dedo ya que queda ladeado aumentado su volumen.
Este tipo de deformación en el dedo gordo del pie es bastante común y suele ir acompañado de una sensación de rigidez y molestias funcionales en los mismos dedos.
Con el movimiento articular, también es frecuente la aparición del dolor que además suele aumentar con forme avanza el día.
El caso de la artrosis del pie evoluciona más lentamente que en las artrosis de rodilla o cadera y puede ser especialmente molesta e incluso paralizante.
En términos generales, el síntoma más común de la artrosis es la sensación de una cierta rigidez en el pie por las mañanas. Suele ir acompañado de dolor al inicia el movimiento, si bien de va calmando a lo largo del día. Este dolor no desaparece del todo, sino que se va atenuando, provocando que el paciente cambie la forma de caminar para evitarlo.
Otro síntoma muy habitual es el de los chasquidos o crujidos de las articulaciones del pie al moverlos. Los pies se hinchan o aparecen contracturas musculares en las zonas de alrededor de la articulación.
En una fase más avanzada de la enfermedad, el movimiento se va reduciendo hasta que la capacidad motora del pie se ve fuertemente comprometida.
La enfermedad no se puede curar, por lo que habrá que tratarla sintomáticamente. Los analgésicos y los antiinflamatorios no esteroideos ayudan a calmar el dolor y la inflamación cuando se trata de los casos comunes. Los casos de mayor dolor se pueden tratar por infiltraciones locales de corticoides.
Además de los tratamientos farmacológicos, se aconseja poner en reposo el pie, movilizándolo regularmente pero sin demasiados esfuerzos. Además la kinesioterapia puede ayudar a disminuir el dolor de la artrosis.
Será imprescindible consultar a un podólogo que nos confeccione plantillas especiales o incluso considerar la intervención quirúrgica.